lunes, 27 de julio de 2009

Centinela de la Noche y el Silencio

Esta historia fue escrita en 2003 para un concurso organizado por el fanzine Fobos. No tuvo mucha suerte y pasaron seis años antes de que la desenterrara para ofrecerla a Tau Zero (www.tauzero.org), quienes gentilmente publicaron el cuento en su sitio.



El cuarto donde la niña estaba era un minúsculo cubículo sin ventanas donde apenas cabía el lecho donde permanecía postrada. Su existencia prolongándose tan solo debido al constante trabajo de máquinas a las que había estado conectada desde el momento de su nacimiento. Sumida en el silencio y la oscuridad, incapaz de mover un solo músculo, quizás destinada a una muerte temprana. Pero los años habían transcurrido y había vivido para llegar a ser testigo de esos días.
Pues podía contemplar la enorme flota destacada nítidamente a la luz de un sol resplandeciente; naves de las mas diversas formas y tamaños, que avanzaban internándose en la negrura infinita, y que iban dejando atrás una tenue estela de color rojizo. También podía mirar por última vez aquel mundo devastado que alguna vez había sido su hogar. Armas terribles habían hecho que la atmósfera escapara, que los océanos se evaporaran, y que ya nunca más pudiese ser habitable.
Observaba estas cosas y muchas más. Porque aunque sus ojos resecos eran ciegos, ella veía, y a pesar de que sus oídos eran sordos, también escuchaba. Su mente tenía la habilidad de escapar de la prisión de su propio cuerpo, de deslizarse dentro de los otros, de entender sus pensamientos, y de captar el mundo a través de sus sentidos.
Por eso ahora podía ver, oír y sentir la febril actividad que agitaba a la nave en la que viajaba y también a todas las demás. Era observadora privilegiada de como los últimos sobrevivientes de su raza intentaban desesperadamente huir antes de que las hordas enemigas los alcanzaran y los aniquilaran. Podía sentir la tremenda tristeza, la angustia, la desolación. Y sobre todo, el miedo. Ya que el enemigo podía estar ahí afuera, en algún lugar, esperando el momento oportuno para lanzar su asalto final.
Pero eso que para los suyos era una temida posibilidad, para ella era una horrible certeza. Porque distante, justo en el límite de sus capacidades, o aún mas allá, podía distinguir la silueta de una sombra contra la noche. El enemigo. Lo sabía. Pero no había nada que pudiera hacer, porque su don era un flujo en una sola dirección. Podía escarbar en las más recónditas profundidades de las mentes de quienes visitaba, pero era imposible comunicarles nada. Lo quisiese o no, su paso no dejaba ningún rastro. No había forma de advertirle a su gente sobre lo que había visto, o al menos aun no había encontrado ninguna.
A pesar de ello seguía intentándolo. Gritando, llorando. Tenía que poder. Tenía que haber una forma. Pronto sería tarde. Estarían a merced de sus verdugos y ese sería el final. El fin de todas las cosas para ella y para toda su especie.

Aquel que era el líder de todos los que ahora se aventuraban al destierro, también observaba la partida, pero desde el amplio puente de la más grande de las embarcaciones. Era viejo, mucho. Sus sienes eran blancas e incontables arrugas surcaban su rostro. Pero aún había brillo en su mirada, y astucia en su intelecto. Por eso comprendía perfectamente lo crítico de la situación. Ocultos en refugios bajo la superficie del planeta quizás habrían podido resistir unos meses más, obligando a los agresores a buscarlos casa por casa, escondite tras escondite. Habrían comprado algo de tiempo aunque el resultado habría sido inevitablemente el mismo. La derrota y la extinción.
En cambio habían escogido arriesgarlo todo, ahora. Reunieron una gran flota y subieron a bordo a todos los que quedaban. Millones de seres se prepararon para una travesía sin retorno hacia lo desconocido. Porque lo que intentaban era una medida extrema y desesperada. Acelerar hasta alcanzar una velocidad cercana a la de la luz, de modo que el tiempo se dilatara en forma considerable y así poder dirigirse a cualquier punto del universo en lo que serian solo breves instantes. Apenas eso, para ellos que viajaban. Pero no para sus perseguidores que quedarían atrás, a una distancia inconcebible, y lejos, muy lejos, en el pasado.
Pero todo dependía de que lograran dicha velocidad antes de que ellos se percataran de sus intenciones. Porque entonces no tardarían en concentrar todo su poder destructivo sobre la flota. Ya habían recibido reportes de actividad hostil en el borde del sistema. El plazo se les acortaba y cada vez era mayor el peligro de encontrarse con una sonda espía o algún caza enemigo. Si eso sucedía, mientras aún andaban lento, estaban condenados.
Sin embargo, no había mucho que pudiese hacer. Tan solo dar animo a sus subordinados y contar el paso de los minutos. Quizás atreverse a preguntar, simulando despreocupación, por alguna novedad, rezando en silencio para que la respuesta continuase siendo negativa.
Pero a pesar de su casi absoluta incapacidad de modificar el rumbo de los acontecimientos, él era responsable. De él dependía la vida y la muerte de todos esos individuos. Él era quien tenía que guiarlos a salvo en medio de ese océano infestado de los más crueles depredadores.
Si tenía éxito sería honrado. Si no, nadie de su pueblo quedaría para enrostrarle su fracaso.

Pasaron algunas horas. Nada parecía haber cambiado, excepto que el hogar ancestral de su raza se había convertido en tan solo en una estrella, ni siquiera la más brillante. Los otros seguían elevando sus oraciones. Ella no. Sabía que los rezos eran vanos. Que ya una enorme horda de enemigos se había puesto en camino para interceptar a la flota. Contingentes menores se desplegaban alrededor dispuestos a dar cacería a las naves que amparadas en el caos lograran alejarse de la masacre.
Conocía esos detalles porque las mentes alienígenas ya estaban a su alcance.
Al principio había tenido temor, miedo a lo desconocido y al odio que emanaba de ellos. Pero la curiosidad pudo más. También la esperanza de hallar alguna solución o algo; cualquier cosa. Por supuesto se sorprendió de lo que encontró cuando finalmente se atrevió a mirar.
Simpleza. Ausencia de complejidad. Nada de decisiones ni consideración. Solo propósito. Un único y terrible motivo dirigía sus acciones y ese era el de exterminar a todos los miembros de la raza que habitaba ese sistema. Sin más. Ni razones, ni dilemas morales, sin siquiera otra preocupación aparte de aquellas secundarias, como alimentarse, pero que aportaban al objetivo esencial.
Sí, había inteligencia. Esas mentes acumulaban enormes cantidades de conocimientos. De pronto tenia acceso a los secretos científicos y tecnológicos de un pueblo que les llevaba una ventaja de mil años. ¿Un pueblo? No. Decenas y decenas, quizás cientos. Este descubrimiento la dejó perpleja.
Se preguntó, ¿Qué había hecho su gente para merecer el concierto de todas esas distintas especies con el propósito de destruirlos? Vio a través de ojos facetados organismos de largas articulaciones y abdómenes segmentados. Seres que flotaban en un líquido denso, semejantes a enormes medusas. Otros, como gusanos con largas capas de color púrpura. Todo un zoológico de criaturas sentientes, todos respondiendo sincronizadamente a las instrucciones que se les daban. Órdenes que, de pronto, se percató, eran dadas de un modo que ella conocía; a través del pensamiento.
Entonces comprendió lo que estaba mal. Ante ella no tenía un cúmulo de mentes, como había interpretado inicialmente, sino que solo una, grande, poderosa, terrible. Una sola entidad que imponía su voluntad sobre todos esos incontables seres, cuyos cerebros eran ahora cascarones vacíos habitados por su presencia.
Se sintió aterrada. Porque, aunque la fuente de toda esa maldad estaba todavía lejos, su identidad reflejada en esa multitud de criaturas que eran sus esclavos, no dejaba duda sobre lo abominable de sus intenciones, de la corrupción y degeneración. De la carencia absoluta de compasión.

Nadie en ese rincón del universo era más poderoso que él. Todos aquellos que alguna vez se habían cruzado en su camino habían sido derrotados.
Una vez hubo una civilización amante de la paz, y que tenía la maravillosa facultad de comunicarse mediante la telepatía, compartiendo conocimiento, sueños y propósitos. Solo ellos tenían esa cualidad entre todas las razas inteligentes con las que alguna vez habían establecido contacto. Aquel era pueblo al que él había pertenecido.
Él los había asesinado a todos. Sus bondadosas conciencias fueron incapaces de reaccionar a tiempo cuando uno de entre ellos mismos los traicionó, y antes siquiera de empezar a entender por qué estaban siendo atacados, ya habían sido diezmados, todos, a excepción, claro, de él. Luego todas esas especies menores que sus congéneres tanto se habían esmerado en ayudar, fueron subyugadas. Sus mentes doblegadas, y sus cuerpos convertidos en una mera extensión de aquel al que ahora servían.
Entonces se dedicó a expandir su imperio. Mundo tras mundo fueron cayendo bajo su dominio, y todos sus habitantes sometidos. Los pocos que esbozaban la mas mínima resistencia, aquellos pueblos cuyas voluntades eran un poco mas fuertes que las de los demás, esos eran eliminados.
Así habían pasado cientos de miles de años. Nunca había vuelto a sentir el cálido contacto de otra inteligencia junto a la suya. El ya no estar solo. La empatía total, el amor exaltado, las mentes que se abrazaban y se fundían, y juntas eran como dios. Pero no le importaba. De hecho era mejor así. Sabía muy bien cuanto sufrimiento había provocado, que si alguien veía en su interior no podría sentir nada excepto odio y repugnancia. Estaba bien. No pretendía otra cosa. ¿Afecto? ¿Misericordia? Eso es lo que había presente en los pensamientos de sus semejantes incluso mientras se desintegraban. Solo por eso habían merecido morir. ¿Quienes eran ellos para compadecerlo? Temor, eso era lo que deberían haber sentido. Odio quizás. Pero no, hasta el último instante lo trataron como alguien que debía ser comprendido y perdonado. Solo por eso le habían quitado, le habían robado, el indescriptible gozo del triunfo.
Se había vengado. Su obra, una estela de destrucción y muerte que señalaba su paso como una herida cada vez mas grande a lo largo y ancho de la galaxia.

En la intimidad de su mente, cerrada a todo lo que había afuera, la niña sufría desolada. Había rozado los bordes de esa entidad, y había percibido la tremenda fuerza de su odio. La experiencia de una criatura de casi un millón de años de edad, toda dedicada a la obtención de más y más poder. El quería que sus víctimas sintieran el mas absoluto terror, la más absoluta impotencia, antes de morir, y al menos en su caso, lo estaba logrando.
Y el momento estaba cerca. La flota se aproximaba a los límites del sistema y ya estaba adquiriendo una velocidad significativa. De hecho quizás ya se podrían verificar leves diferencias, aún solo de segundos, con los relojes dejados en casa.
Consecuentemente los enemigos habían equiparado dicha velocidad y se aproximaban desde varias direcciones, desplegándose como un manto que pronto los envolvería completamente.
Ella miró.
En la cabina de un caza, un ser de tentáculos mucilaginosos revisaba sus instrumentos. Adelante, las estrellas y una línea de pequeños cometas que en realidad eran su objetivo. Atrás, el cautivo. Ahí, aprisionada en su propio cerebro, había una mente, mutilada y deshecha por el dolor, la impotencia y la soledad. Subyugada por esa conciencia despiadada que le había arrebatado el control de su cuerpo hacía ya tanto tiempo que casi no recordaba como era ser libre, cuando era apenas un niño entre los suyos.
Observó en otra dirección.
En la nave insignia, el viejo líder. Intensamente concentrado en los datos que le entregaban sus subordinados. Se mantenía impasible y calmado, pero bajo esa actitud se ocultaba una intensa preocupación y angustia. Intuía el peligro. Pero rechazaba esas ideas y emociones. No podía dejar de creer que aún era posible sobrevivir.
Finalmente había un lugar del que ya no quería ver nada más, pero al cual se sentía irresistiblemente atraída.
El mismísimo centro de comando donde él permanecía, un bulto flotando en un estanque lleno de líquidos nutritivos y regenerativos que aseguraban su inmortalidad. Toda la disposición táctica de sus fuerzas expuesta en un luminoso holograma. Invulnerable, invencible. Tan seguro de si mismo y de su propia crueldad.

Si, él estaba ahí. Atrás, protegido de cualquier eventualidad por un enjambre impenetrable de naves blindadas y campos de fuerza. Porque tenía que estar ahí. Siempre junto a la horda, como la reina de una comunidad de insectos coloniales. No era su destino permanecer cómodamente instalado en alguno de los idílicos mundos que había conquistado. No. Eso significaría que el control sobre su monumental ejército se atenuaría al mediar entre ellos la distancia. Años luz, la eternidad que demorarían sus ordenes en llegar. No importa cuan poderosa fuese su flota, en esas condiciones estaría sentenciado a perder cualquier batalla.
Así que como siempre, él estaba junto a los suyos, aquellos que le pertenecían completamente, listo para iniciar la refriega. Una escena que ya había presenciado en muchas ocasiones. El último desesperado intento de una raza a punto de desaparecer. Él, como asesino despiadado que era, dejaría que llegaran casi hasta el final, que por unos momentos creyeran que lo iban a lograr. Entonces los aplastaría, y quizás alcanzara a ver la total decepción en sus rostros, y entonces obtendría un triunfo completo.
Pero mientras saboreaba el placer de la victoria anticipada, mientras se replegaba un instante sobre si mismo, supo que algo inesperado había sucedido. Atareado como estaba dando los últimos ajustes a su estrategia, no se había percatado, pero ahora podía ver con claridad el luminoso rastro que otra inteligencia había dejado al incursionar en su mente, algo que no había sucedido en incontables edades. Una huella clara que pudo seguir con facilidad, y cuando lo hizo se encontró frente a frente con ella.
La criatura intento escabullirse pero él pudo seguirla sin dificultad con el enorme ojo de su mente omnipotente. Primero fueron la sorpresa e incredulidad. Luego la vergüenza. Ella había visto en su interior. Había visto todo el inconmensurable sufrimiento que había inflingido a tantos y tantos seres indefensos. Había visto su egoísmo y toda la extensión de su perversidad. El monstruo despojado de sus mascaras, y desvelando a un ser desamparado, torturado por su propio ego, mutilado en su capacidad de ser feliz. Pudo ver como ella sentía tristeza y compasión por él, y por supuesto, la odió por eso. La odió como no recordaba que era posible. Todo el rencor acumulado, toda su frustración, toda su increíble habilidad de provocar dolor ahora no tenían otro destinatario que ella.
De pronto, en medio de esa marea de ira surgió el miedo. ¿Miedo? ¿De la niña? No. No de ella en si misma, sino de lo que su presencia implicaba. Allá iban sus tropas invencibles a aplastar lo que hasta entonces parecían ser tan solo desprevenidas criaturas. Pero no. Ella lo sabía y por lo tento su gente también. Sin embargo seguían adelante. Algo iban a hacer, algo para lo cual él no estaba preparado. Por un instante vaciló.
Pero ella permanecía inmovilizada en su lecho de enferma, aquejada de una parálisis general. Inevitablemente estos pensamientos emergieron y él pudo percibir la desesperación de la niña, impedida de comunicar la preciosa información que poseía. Rió, sabiendo que no había nada que temer.
- Por favor. Se lo ruego, no lo haga.- Vocalizó en su mente con palabras nítidas. -Déjenos ir y no sabrá nunca mas de nosotros. Se lo ruego.
- Si los dejo ir en verdad no sabré mas de ustedes, pues se irán lejos, tan lejos en el futuro, tan lejos en la distancia, que estarán mas allá de mi alcance.- Explicó.- De ninguna manera. Los destruiré a todos, pero no a ti. A ti te reservaré para que padezcas tanto que aprendas a odiarme. Entonces quizás, y solo quizás, te permita reunirte con el resto de los tuyos.
Ambos observaban como ya la flota en fuga entraba en el rango de las armas de los primeros cazas. Su líder, aun ignorante, mantenía su curso inmutable. Pronto, ante el primer disparo, se desbandarían y comenzaría la matanza. Más atrás miles y miles de naves enemigas convergían hacia ese punto, cerrando todos los huecos de la red.
- ¿Por qué?- Pregunto ella.
- Ya lo sabes. Lo sabes mejor que yo mismo.
- Pero, ¿por qué nos exterminas? ¿Por qué no te somos útiles como esclavos?”
- ¿Acaso consideras ese un destino mejor que la muerte?- Le contestó. Como pensando para si mismo agregó.- Esa no es opción. Las razas como la tuya no me son útiles, y solo me queda destruirlas. Vuestras voluntades son demasiado potentes. La unión entre vuestros cuerpos y vuestras mentes es demasiado fuerte como tú misma has comprobado.- Y en ese mismo instante aquel ser abominablemente sabio supo que había cometido un error fundamental.

El anciano jerarca seguía en el puente. Durante todas esas horas no se había movido de ahí. Ansioso como estaba. Faltaba tan poco. Solo unos minutos más y llegarían a una velocidad y una dilatación temporal tal que sus enemigos quedarían imposibilitados de intentar alcanzarlos.
El sudor se acumulaba en su frente y en sus manos. El silencio llenaba la extensa habitación. Los controladores permanecían en quieta expectación en sus puestos. Muchos visitantes se agolpaban atrás, queriendo estar en primera fila en ese momento decisivo. Uno de sus subordinados se giró hacia él con preocupación en el rostro.
- Señor. Naves hostiles acercándose directamente al frente. Detecto gran cantidad de fuego...
Antes de que terminara la frase todo el cielo a su alrededor, en todas direcciones, se inflamó con explosiones y disparos. La sala se convirtió en un pandemonio. Los controladores dando cuenta de una multitud de formaciones que repentinamente surgían en todas direcciones, unas a estribor, otras a babor, a los lados, en curso de intercepción, o tomando posiciones fijas. Otros oficiales dando instrucciones a las unidades de defensa, otros reclamando más aceleración a los motores. Los espectadores la mayoría gritando, unos pocos elevando plegarias.
Él estaba abrumado, pero en solo un segundo recuperó la compostura. Harían una última batalla. Morirían luchando, no había nada más que hacer.
- Maniobras evasivas.- Ordenó. -Fuego a discreción. Informe de daños, rápido.
Tras esta última instrucción hubo un momento de vacilación entre sus subordinados. Algunos se miraban con extrañeza. Otros atendían expectantes a su superior. Al fin uno, tras revisar los datos, contestó.
- Señor. No se reportan daños. El fuego no está dirigido contra nosotros.
Ahora lo veía él también. Los enemigos se habían enzarzado en una enconada lucha entre ellos mismos. Enjambres de naves se precipitaban unas contra otras, rayos de increíble poder arrasaban con formaciones completas, y a lo lejos se observaban titánicas explosiones.
- Adelante con todo. Salgamos de aquí mientras podamos.- Ordenó finalmente.

Sometida a los crecientes efectos de la relatividad temporal, su dominio sobre aquellos billones de cuerpos comenzaba a debilitarse. Las conciencias cautivas comenzaban a salir del calabozo oscuro donde habían permanecido por tanto, y ya dejaban de pertenecerle. Estaba bien así. Por un tiempo había tenido ojos, manos y los más increíbles miembros que jamás hubiese soñado tener. Había visto el mundo a través de frecuencias infrarrojas, o interpretando las oscilaciones de un campo magnético. Había respirado metano, se había alimentado de luz.
Y había ganado la más gigantesca batalla que se hubiese librado en la galaxia. Todo en un instante. Cuando el ejército del enemigo, al unísono y como una parte de ella misma, respondió a la orden de alto. Luego él había intentado recuperar el control, pero ella era más joven y más rápida. Pasado los primeros momentos de confusión e incredulidad, ambos comprendieron que él estaba derrotado.
Tras una desesperada y fútil defensa, el enemigo había muerto replegado en su baluarte, cuando los campos de fuerza que lo protegían fueron golpeados por una seguidilla de bombas de antimateria, una tras otra, hasta que colapsaron.
Pero ya se había acabado. Apenas si podía controlar a unos pocos miembros de las razas más débiles. Más de un minuto transcurría entre cada una de sus instrucciones. Muy pronto volvería a estar ciega, sorda, eternamente inmovilizada. Nadie nunca entre su gente sabría como les había salvado a todos. No le importaba. Era feliz. Inmensamente feliz al constatar como esa inimaginable cantidad de cautivos ahora salían de nuevo a la luz, libres. Si, ellos sabían, habían estado ahí, y en un clamor mudo le expresaban las mas absoluta de las gratitudes. Le decían adiós. Ella volvía a su prisión, pero era feliz.
Tuvo un impulso, un deseo nunca expresado y que ahora era posible, por única vez. Aprovechando tan solo uno de los apéndices vermiformes de aquella criatura, en la cabina del pequeño caza, y sobre un cristal empañado por gases extraños, escribió su nombre.

Nota: Fotografia tomada de www.tauzero.org

jueves, 23 de julio de 2009

Dios Microcósmico. Theodore Sturgeon. 1941.


Club de Lectura de Relatos de Ciencia Ficción.
Sesión 07.
Dios Microcósmico. Theodore Sturgeon. 1941.
Dios Microcósmico fue publicado en Astounding en abril de 1941. En está ocasión vuelvo a recurrir a las excelentes reseñas que Omar Vega escribió durante el desarrollo del Club. Luego una contribución mia como respuesta a lo señalado por Omar.


Dios Microcósmico.
Reseña por Omar Vega.

Definitivamente, en mi opinion, no es el mejor cuento de la serie. Mis favoritos siguen siendo Requiem de Heinlein y Anochecer de Asimov,

En primer lugar no me gustó la selección de los personajes. Demasiado comunes. Desde que Mary Shelley usó el cientifico loco en Frankenstein éste se repite una y otra vez en CF.

Si parecía un capitulo más de Pinky y Cerebro X-D


Ahora bien, ya se que los banqueros son siniestros, pero creo que exageró un poquito la personalidad de Conant. Es más, Sturgeon dijo de Conant que: "No Era un malvado completo". Pero si lo es de acuerdo a su cuento.

El tema de jugar a ser Dios tampoco es muy novedoso. Desde la época del golem de barro y la palabra cabalística en la frente, que hay cuentos de hombres que quieren convertirse en dioses. Shelley tuvo su Frankenstein. Hoffman y Verne nos describen autómatas con mecanismos de relojería de la edad del ñauca. Ahora bien, la idea de crear una raza completa pareciera ser original, quienes obedecen reglas a la manera de las leyes de la robotica de Asimov. Curioso.

En cuanto al cuento, creo que no estámuy bien escrito, o al menos no muy bien logrado. Se trata de un relato descriptivo, tipo periodístico, que al parecer descuida el manejo de la tensíón, la sorpresa y el ritmo, que son la parte central del arte del cuento. Es simplemente un texto plano sin sorpresas que describe el pensamiento de Sturgeon. Creo que Sturgeon desconocía la técnica del cuento, manejo que destaca en escritores como Poe, Borges, Cortazar e incluso Heinlein.

Si nos centramos ahora en la parte dura del cuento, vale decir en la tecnología, hay algunas curiosidades. La transmisión de energía a larga distancia es una idea interesante y que hoy se piensa usar microondas para bajar potencia eléctrica desde campos solares en el espacio. Tambien se ha soñado desde hace mucho tiempo con hacer volar aviones con energía irradiada desde el espacio, he incluso hacer subir aviones al espacio con escaso combustible, ayudados por energía que les llegue del exterior. Sin embargo, no se trata de una idea original de Sturgeon, sino que gentes como Tesla y Gernsback jugaban con ella mucho antes. Incluso Wells describe rayos de calor en su Guerra de Mundos, y desde que la radio apareciera en los 20s se empezó a soñar con la transmisión de potencia.

Siguiendo con la parte dura, los inventos originales de Kidder me parecieron los más interesantes: (1) Vitamina B1 sintética, de la cual no se si existía al momento de escribirse el cuento. compuestos sintéticos si exitieron desde mucho antes, siendo el primero la urea. (2) una fibra de banana (organica) más resistente que el acero, la cual me recuerda las investigaciones de las fibras de carbono. (3) Clorofila sintética, que todavía es un sueño. (4) La creación de vida sintética desde cero. Creo que aquí predice de alguna manera el experimento de Miller y Urey, donde se producen aminoacidos a partir de materia inorgánica. Por supuesto que Sturgeon exageró la nota y llegó hasta los neotéricos X-D
(5) Desintegración atómica del U-238, que nos muestra que Sturgeon no era ignorante del estado de arte de la energía atómica en su época.

Ahora bien, sabiendo eso, es curioso que Sturgeon predijera un arma con la potencia de una bomba atómica, sin predecir la bomba atómica en si. Ya otros, como Wells, la habían predicho, y es imposible que un hombre de CF no supiera en 1941 que las armas nucleares estaba por llegar.

Otros inventos del cuento no pasan de ser mera fantasía, como las barreras infranqueables, o las bombas de luz, por ejemplo.

Ahora bien, si Sturgeon trata de presentarnos a Kidder como el niño bueno y a Conant como el villano, creo que falla rotundamente. Como puede ser bueno un hombre que mata en forma masiva a los neotéricos, seres inteligentes creados por el mismo. Creo que ese Kidder fue mas malo que bandido mexicano. Peor que Hitler.

Tambien me llamó la atención el pequeño detalle de Kidder enamorado del buenmozo ingeniero, y viviendo felices en su isla privada, lejos del mundo ... X-D ¿En que estaba pensando Sturgeon?

En resumen, el cuento me dejó con gusto a nada. No me llegó emocionalmente ni tampoco por su contenido científico o filosófico.

Conocí a Sturgeon de niño al leer su novela "Viaje al fondo del mar". Poco he leido de él pero realmente no me atrae mucho, para ser franco. No he leido su famoso "Mas que humano" simplemente porque la mera mención de la telepatía me hace alejarme de muchos cuentos. (Es más, por eso estoy sufriendo al leer "Hominidos"). Sin embargo, le daré una ultima oportunidad a Sturgeon pues pretendo leer Venus mas X.

En resumen, me pareció un cuento simpático, pero que no es ni entretenido, ni ingenioso, ni impactante, ni nada. Ni fu ni fa.
Lo unico que puedo decir de él es que es mejor que el de Campbell X-D


Dios Microcósmico.
Comentarios por Rodrigo Juri.

Pues señor oevega, que después de su extenso (y en mi opinión, brillante) análisis, no hay mucho más que agregar... pero algo podemos intentar.

Primero, que de si recordar algo se trata, me recuerda poderosamente a "Los Reyes de la Arena" de George R. R. Martin, premio Hugo a mejor cuento en 1980. Esta vez son unos insectillos, parecidos a hormigas, que se crian en terrarios, pero con los cuales hay que tener mucho cuidado... tienden a construir civilizaciones, y donde uno puede jugar a ser Dios... Ahora bien, si Martin leyo "Dios Microcosmico" sin duda debe haberle influido mucho para escribir "Los Reyes de la Arena". Y si no, es un interesante caso de creación paralela.
Y por supuesto... todos aquellos jueguitos de computadora donde uno en efecto es Dios... en particular recuerdo uno que creo se llamaba "Black and White" pero no estoy seguro. Era una isla llena de bravos y tu eras su dios.

Sobre la lista de inventos... eso si que es un ejercicio de ficción especulativa. Ahora bien... algunas citas de oevega y comentario:

oevega Escribió:

(3) Clorofila sintética, que todavía es un sueño.

Pero, me pregunto, ¿para que queremos clorofila sintética? ¿Para generar fotosíntesis? Entonces no solo requeriríamos clorofila, sino que toda la cadena de enzimas, no menos de 20, que permiten la fosforilación del ADP, y otras tantas si pretendemos generar hidratos de carbono. Ademas de los sistemas de membranas y demases. ¿Y para que? ¿Para obtener azúcar sintética?

oevega Escribió:

y es imposible que un hombre de CF no supiera en 1941 que las armas nucleares estaba por llegar.

No estoy tan seguro. Y si lo intuían, no tenían forma de saber que características tendría esa bomba, en cuanto a su poder destructivo, y demases. En todo caso, conocida es la historia de Hal Clement que fue interrogado por el gobierno norteamericano bajo sospecha de estar entregando información secreta codificada en sus cuentos de CF en Astounding... específicamente por un relato en que hace predicciones mas o menos precisas sobre el asunto.

oevega Escribió:

Tambien me llamó la atención el pequeño detalle de Kidder enamorado del buenmozo ingeniero, y viviendo felices en su isla privada, lejos del mundo ... Laughing ¿En que estaba pensando Sturgeon?

Jajaja... que buena!!!
Otro ejemplo de lo inocente que era la ciencia ficción en aquella época... y tenia su encanto por cierto.

Ahora bien... sobre Sturgeon.
Ya han mencionado Mas que Humano, y quienes lo han leído compartirán conmigo que no es la típica novela de telépatas. No es SLAN. Como ya han señalado, Sturgeon se va más por el lado humano de las cosas... y en esta novela sobre todo.
Pero si hay algo que considero un imperdible de Sturgeon es su cuento "Esculpir Lentamente"... pero quizás lo incluyamos en este Club si les parece.

jueves, 9 de julio de 2009

Las Cloacas del Paraiso

El siguiente cuento fue escrito para "Maquinas y Monos 8", uno de los talleres literarios online de la revista electrónica argentina Axxon. El desafio era utilizar una o varias fotos ofrecidas por uno de los particpantes (Guille) y con ellas construir un relato. Yo utilice 4 de ellas que reproduzco junto con la historia.



LAS CLOACAS DEL PARAISO

1

Las olas rompen contra las rocas de abajo levantando una fina llovizna que se eleva incluso por sobre el borde del acantilado, envolviendo al hombre que sin amilanarse por el frio ni la humedad contempla el inicio de un nuevo día. Disfruta del aroma salino que inunda sus narices y que llena sus pulmones. Aprecia el violento clamor del mar estrellándose contra las murallas de piedra. Sonríe cuando los primeros rayos del sol le hacen entrecerrar sus ojos.
Un parpadeo. Tan solo eso. Y todo es oscuridad mientras cae vertiginosamente en un abismo de insondable profundidad.

Francisco Domínguez detesta cuando eso pasa. Cuando interrumpen violentamente la conexión y dejan su cuerpo botado en cualquier lado para que él se haga cargo. Al menos esta vez está abrigado, cubierto por las mantas de un lecho que huele a desinfectante y a sexo. A un costado, poniéndose sus ropas hay una niña impúber. La reconoce como un móvil Leyla estándar. Uno de los modelos clonados en serie por una compañía de la competencia. Una criatura que fue lobotomizada en su primer año de vida y que desde entonces es manipulada de forma remota a través de un implante por los operadores de la compañía.
Se pregunta si acaso podría ganar algo de todo aquello. Pero no. Es claro que el operador sabe quién es su cliente y que la sesión ha terminado.
- ¿Dónde estoy? – Le pregunta.
- En un motel en las afueras de Santiago. Hay una estación de trenes justo a la salida.
Mira por una ventana y afuera es de noche. Eso no le consuela mucho. Con seguridad su cliente lo ha paseado sin ningún miramiento por la superficie, exponiendo su cuerpo a los dañinos rayos ultravioleta del sol e incluso era posible que lo hubiese llevado hasta las ruinas de la ciudad que siguen siendo radiactivas aunque ya han pasado varias décadas desde el último bombardeo.
A ese ritmo no iba a durar mucho. Decide que lo mejor era aprovechar la oscuridad así que se viste rápidamente y sale presuroso en dirección a la estación esperando que pase pronto un tren que lo lleve a casa.


2

Está sentado sobre hierba seca mirando un valle verde que se extiende a lo lejos. Su último cliente parece haberse hecho adicto de él y volvió a solicitar sus servicios solo veinticuatro horas más tarde. Apenas había tenido tiempo para llegar a los complejos subterráneos de Nuevo Valparaíso, de reportarse con su jefe y de dormir un poco. Pero estaba bien. Ahora de nuevo su mente puede disfrutar de la soledad y de un paisaje maravilloso, lejos de los inmundos corredores de la ciudad y la total miseria de la superficie. Por otro lado su cuerpo podía estar asándose en lava ardiente por lo que sabía. No importaba. Después de lo que había pasado había exigido garantías adicionales y se las habían otorgado. Cualquier daño que sufriera sería compensado con creces.
¿Quién sería?, se preguntó. Su jefe le había dicho que era un oficial corporativo de la Luna. Eso no era mucho porque el noventa por ciento de la demanda en el lucrativo negocio del arriendo de cuerpos provenía de la Luna. Hombres de negocios, autoridades, incluso turistas, que jamás podrían poner un pie sobre la Tierra pues sus huesos famélicos se quebrarían y sus flojos corazones colapsarían, todo ello a causa de la escasa gravedad en la que habían nacido y crecido. Lo más cerca que podían llegar era hasta alguna estación espacial en órbita terrestre y desde allí contratar los servicios de alguno de los muchos miserables que poseían un implante de control remoto en la base de su encéfalo.
A algunos les repugnaba esa práctica. La forma última de prostitución. Muchos le miraban con desprecio cuando sabían a qué se dedicaba. Expresión que se convertía en desdeñosa envidia cuando le veían conduciendo algún lujoso automóvil o envuelto en un elegante traje manufacturado en la Luna o Marte. Todo gracias al dinero que no dejaba de llegar a su cuenta corriente.
Él en cambio los miraba con condescendencia. Gentes que se aferraban a una realidad decadente. ¿Qué podía haber de bueno en aquel mundo arruinado por interminables guerras nucleares, agotado en sus recursos naturales, sometido a dictadores brutales y a oligarquías esclavistas?
Lo paradójico era que alguien de allá, de aquel paraíso tecnólogico que era la Luna, deseara visitar aquel infierno. Pero quien era él para discutir sus motivos. Lo importante era que eso le permitía a él pasearse por un soleado valle tapizado de fragantes flores y frondosos árboles, y más encima se le pagaba por ello.

Esta vez es peor. Está en medio de una zanja, semidesnudo y la lluvia cae sobre él a cantaros. De nuevo está en el exterior, y no puede dejar de preguntarse qué asuntos tiene su cliente allí afuera. No importa. No es asunto suyo. Si lo era comprobar que todos sus miembros estaban donde debían estar. Si, aparentemente si, aunque siente un dolor apagado en la base del estomago. Sin duda alguien le había golpeado allí algunos momentos antes. ¿En que sórdido asunto se había metido su cliente?
Se levanta lo mejor que puede y comienza a caminar. No tiene idea de donde está ni a donde debe dirigirse. Le pide a la inteligencia artificial alojada en su implante que le avise a su jefe y que mandé un transporte por él. Se sienta debajo de un árbol. Su mente se traslada a una paradisiaca isla tropical mientras alguien más se encarga de llevar su ser hasta un sitio confortable y seguro.


3

Una ciudad dorada al otro lado de un rio de plata. Allí quizás le esperaban los tesoros de Ali Baba, o mejor aún, el harem del califa. Solo tiene que pedir y se le concederá. Esta vez su cliente le había ofrecido el doble de paga y acceso a realidades virtuales de alta fidelidad. Al final no pudo negarse.
Se acerca a la góndola que espera al borde del rio. Sube en ella y como por arte de magia la pequeña embarcación comienza por si sola a surcar las aguas llevándolo hacia la ciudad de oro.

Dolor. Intenso dolor. Está en una playa de arenas grises, bajo un cielo encapotado. Su pierna sangra y su pantalón está manchado de púrpura. ¿Cuándo tiempo llevaba así? ¿Ha perdido mucha sangre? ¿Cuánto le van a pagar por este desastre?
Todas estas interrogantes pasan a segundo plano cuando ve que a su lado está el cuerpo inmóvil de una pequeña. La conoce. Leyla. Quizás la misma en cuya compañía había despertado días atrás. Por alguna razón está seguro de ello. Comprende que está muerta, su cuello torcido en un ángulo imposible.
Tendrá que dar algunas explicaciones a la policía y a los dueños de la unidad, pero todo está en la memoria de su implante y por supuesto se le exonerará de toda responsabilidad. El verdadero culpable tampoco tiene nada de qué preocuparse pues está a salvo allá en el espacio.
Se arrastra un trecho dejando un rastro rojo tras de sí. Se está desangrando con rapidez. Siente una punzada de miedo. Piensa en enviar una señal de emergencia. No servirá. No llegarán a tiempo. Por lo demás ya siente como sus miembros se entumecen y su visión se nubla. Muy pronto perderá la conciencia. Ya está jodido. Decide permitir que la muerte gane esa batalla.


4

Su jefe le espera en la cima de la verde colina apoyado en monolitos de piedra. Domínguez asciende los últimos tramos del sendero visiblemente enojado.
- Lo siento Pancho. – Dice el jefe. – Los seguros cubren todo y el cliente se ofreció a pagar una compensación adicional.
- ¿Qué mierda pasó?
- Ya sabes. Los selenitas y sus conspiraciones corporativas. Y no nos conviene saber más.
- Última vez jefe. Ya no quiero más problemas. Nada de cuerpos fuertes y atléticos. No quiero jugar más a los espías y ladrones.
- Entonces no me sirves.
- Eso está bien porque renuncio.

La niña avanza por el pasillo escasamente iluminado. A su lado están los centenares de estanques guardados en el sótano de la compañía. Dentro de cada uno de ellos flota un cuerpo, o lo que queda de ellos. A veces son solo cabezas o cerebros conectados directamente a tubos que les suministran nutrientes.
Llega hasta donde sus nuevos jefes le habían dicho que estaba. Un cuerpo completo, flotando en un líquido viscoso. Es viejo, de cabeza calva y muchas llagas en la piel producto de la radiactividad. Francisco Domínguez, dice la placa. Alguna vez ese cuerpo había sido joven y se había alimentado, había caminado y había visto y oído por sí mismo. También había sido pobre y tuvo que venderse a bajo precio. Lo trataron mal y muy pronto quedó estropeado. Pero había alcanzado a ahorrar lo suficiente como para costearse un estanque de mantención.
La niña contempla con tristeza aquel ser, que es ella misma, el original, allí donde todavía residen sus recuerdos y su voluntad.
Con el dinero de los seguros, los bonos y la indemnización bien podría haber vivido sin necesidad de trabajar un buen tiempo. Podría haberse quedado una larga temporada en cualquiera de los jardines del Edén que tanto le gustaba visitar. Pero no.
Si, detestaba ese mundo que le había tocado vivir. Pero lo necesitaba. Necesitaba saberse vivo, saberse real. Saber o imaginar al menos que era algo más que ese bulto flotando en líquido verdoso.
Ahora que había comprobado que la mudanza se había llevado a cabo sin contratiempos tenía que volver a sus labores. Sus nuevos jefes le habían dado un modelo Leyla estándar. Un cerebro hueco que ahora ocupaba él. Un cuerpo infantil que debía ofrecer a los pedófilos de la Luna. Esta vez sería un operador, nada de escaparse a mundos de fantasía en horas de trabajo.

jueves, 2 de julio de 2009

Lo Que Aun No Sabemos

Dicen que la preocupación por asuntos como el sentido de la vida y la naturaleza de la realidad es una inquietud propia de la adolescencia, aparte por supuesto de aquellos pocos seres humanos dedícados profesionalmente a la filosofía.
Por mi parte nunca he dejado de interesarme en estos temas, ya sea desde una perspectiva espiritual o teológica, ya sea desde una aproximación racional y científica. Considero que el interes por lo trascendente es de hecho una de las características fundametales de aquello que nos hace seres humanos.
La Ciencia, por supuesto,siempre ha intentado abordar estos problemas, pero la exigencia de pruebas ha limitado permanentemente su capacidad de obtener respuestas. Es así como han surgido ultimamente varias disciplinas científicas que se sustentan más bien en interpretaciones y especulaciones razonables como herramientas de trabajo, más que el tradicional empirismo. Al amparo de esta nueva perspectiva es que han surgido cosas como la Teoría de Cuerdas y gran parte de lo que hoy conocemos como la "Cosmología".
Así, en una tierra de nadie entre la ciencia y la ciencia ficción ha surgido un campo mixto llamado aveces "especulación científica", donde científicos, futurólogos, divulgadores y otros personajes afines intentan ir más allá de lo que nos permite un enfoque científico ortodoxo.
Es en esta linea que destaco este soberbio documental, "Lo Que Aun No Sabemos", que pretende precisamente eso; explorar las posibilidades que la ciencia actual nos ofrece a la hora de abrodar las cuestiones fundamentales de la realidad y del cosmos.
Es así como veremos desfilar ante nuestros ojos una serie de paradigmas científicos y religiosos, cada uno siendo demolido por nuevas ideas y evidencia, solo para completar un circulo y volver al punto inicial. Escucharemos de cosas como la inteligencia artificial, la constante omega, realidades virtuales, universos paralelos, evolución, y muchos otros temas armoniosamente engarzados para construir el argumento propuesto, de la mano de connotados cosmólogos. Sobre todo sabremos del "Principio Antrópico", defendido con especial fuerza en este trabajo audiovisual.
El documental fue traducido por Ianua Stella, un canal de youtube que se especializa en traer excelentes documentales al mundo hispanoparlante. Aquí van los enlaces al documental en cuestión, pero no dejen de visitar tambien al proveedor, cuyo enlace doy al final.

http://www.youtube.com/watch?v=hk5ZEgNO2V0
http://www.youtube.com/watch?v=C-mtmUWylys
http://www.youtube.com/watch?v=TfiOvHASsys
http://www.youtube.com/watch?v=FdmFZMhISsM
http://www.youtube.com/watch?v=pKI3QVhI6DU

Y Ianua Stella: http://www.youtube.com/user/ianuaStella